Se cumplen 200 años desde que encontraron a Victor de Aveyron

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27 feb. 2012 La historia del niño salvaje de Aveyron La historia del niño salvaje de Aveyron En los bosques franceses de Aveyron, hacia el año 1800 aparece un niño salvaje de entre 12 y 13 años. Éste presentaba un aspecto lamentable, privado de todo contacto social: sucio, feroz, ansioso, con el cuerpo cubierto de cicatrices; sin el uso de la palabra, emitía sonidos incomprensibles, se alimentaba de bellotas, mordía y arañaba a quienes se le acercaban. Cuando llega a las manos del doctor Itard, éste trata de hacer de Víctor -nombre con el que bautizó Itard al pequeño salvaje-, un ser civilizado. Juan Marco Gaspar Itard (1774-1838), médico, especialista en materia de reeducación de sordomudos, era un hombre de su tiempo. El naciente siglo XIX era la época en la que la razón prevalecía sobre otras cuestiones, por ello su enfoque sobre la educación de Víctor fue educar al niño de un modo unidireccional, es decir que, a partir de determinados estímulos, observaba las respuestas del niño. Víctor solamente debía recibir; Itard no consideró en ningún momento las valiosas aportaciones que podía lograr al saber más de la vida del niño. Víctor, en su modo de vida natural y salvaje, había desarrollado un modelo de comprensión de su entorno que estaba muy alejado de lo que los hombres de ciencia de la época podían comprender. Itard quería modificar su comportamiento; para dicho fin, utilizó los medios más enérgicos con el propósito de civilizarlo. Como Víctor tenía escasa sensibilidad de los órganos sensoriales, lo que hacía que pudiera permanecer expuesto al frío y a la lluvia durante horas, Itard, a fuerza de baños hirvientes logra tornarlo friolento y sensible al frío; para obligarlo a vestirse, lo dejaba desnudo cada mañana cerca de su ropa. La convicción que anima a Itard es la de que aún los medios más violentos son benéficos; ofrecerle y privarle, darle y frustrarle, el placer de una recompensa y el dolor de un castigo serán moneda corriente en la educación de niño. Sus planes de educación fracasan porque están pensados para niños con problemas de aprendizaje, pero que su campo de experiencia está dentro del entorno social habitual. A lo largo de toda la educación de Victor, Itard no trata de comprender su mundo, sólo desea cambiarlo, porque está convencido de que la civilización es mucho mejor. Si él hubiera comprendido las necesidades emotivas y vitales de Víctor, su trabajo hubiera culminado con un resultado mucho más esperanzador. El niño acaba por enfermar de tuberculosis y finalmente muere. Itard atribuye su fracaso en educar a Víctor solamente a errores de estrategia; no pudo comprenderlo ni superar las limitaciones a las que estaba expuesto por el marco científico de la época. La muerte de Víctor no fue fortuita: la falta de libertad, la limitación de su campo de experiencia y un entorno casi incomprensible para él, todo ello le coloca en una situación de inferioridad emotiva que ayuda a su triste desenlace. Hoy diríamos que Itard debería de haber tratado de comprender a la persona que estaba educando, amoldarse a su mundo y progresivamente ir integrando aquello que él trataba de mostrar al pequeño. Este era un camino bidireccional, en el que recibían y aportaban los dos... no uno solo. El caso Víctor permitió confrontar con la experiencia las preguntas que los seres humanos se hacían sobre sí mismos y que no era posible experimentar de manera intencional. Interrogantes que en la actualidad giran sobre cuestiones como dónde termina la naturaleza, dónde empieza la cultura, si pueden ser los salvajes testimonio de un estado pre cultural del hombre, qué es lo que traemos al nacer y qué es lo que incorporamos por nuestra convivencia con otros seres vivos. Preguntas que abren debates, que se tratarán de contestar desde distintos lugares y desde distintos marcos teóricos que influirán en las prácticas y en los sujetos.

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