Secretos de Olivos: el HAARP de Mauricio y los sacrificios iluminatis de Juliana Awada
Ja ja ja, ¡fuiste engañado!
¡ERA UNA BROMA!
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Después del "Yo, Cristina, pelotudo", surgen testimonios de quienes viven con los Macri en la Residencia Presidencial. La empleada de la Residencia Presidencial de Olivos temblaba de miedo. La mujer acababa de hacer el cuarto del matrimonio Macri y no salía del shock: ?Me pueden culpar a mí si les falta algo?, repetía sin consuelo. Varios de sus compañeros de todos los días en la quinta donde vive el presidente argentino le pedían que se quedara tranquila. Pero ella no se podía quitar de la mente la imagen: montones de escamas de reptil y cadáveres de roedores estaban escondidos entre el sommier y el colchón donde cada día duermen Juliana y Mauricio Macri. Pero ese hecho no es el único que despierta terror entre quienes trabajan en la Residencia de Olivos. Mauricio Macri no quiere ver a ningún soldado cuando sale a los jardines o cuando parte para la Casa Rosada. Todo es mezcla de temor a que espiaran sus movimientos hasta coqueteria, cuando sale a probar su máquina de control del clima y terremotos HAARP (High Frequency Active Auroral Research Program o programa de investigación de aurora activa de alta frecuencia) y su avioneta que dispersa chemtrails. En esas circunstancias, los soldados deben esconderse detrás de los árboles; y si no hacen a tiempo a esconderse, simplemente deben darse vuelta y darle la espalda al jefe de Estado para no observarlo y ver sus mutaciones de humano a reptiliano. Un día el Presidente salió sorpresivamente de su despacho en Olivos y se topó con un grupo de hombres que cortaban el pasto y se dedicaban a tareas de jardinería: ?¡Se mandan a mudar todos de acá, negros de mierda, inmigrantes ilegales!?, fue el grito que alejó a los empleados de esa zona en segundos. En la casona de estilo colonial construida en 1850 por Prilidiano Pueyrredón Mauricio Macri vive con su esposa. Allí impuso su estilo draconiano-illumianti, pero es con ella cuando los empleados de la histórica Quinta la pasan mal: ?Manda a comprar bebés de familias indigentes para sacrificios rituales en honor a Baphomet. Pero a nosotros no nos dejan participar. ¿Tanto les cuesta dejarnos adorar a su deidad oscura??, asegura resignado uno de los que padece los malos modos. Leé también: Cómo estaba la Quinta Presidencial cuando llegó Macri y como se transformó en un templo Anunnaki. Esos malos modos no son solo del Presidente: su hija suele devolver la comida que le preparan los cocineros de Olivos, un par de ellos, reconocidos como buenos chefs. Un día el Presidente llamó a los responsables y les espetó: ?Les pido que le lleven comida decente a mi hija?. Pero en la cocina fueron precavidos y le hicieron llegar a Mauricio la lista de todos los platos -ratones, hamsters y cobayos- que la niña les devolvió sin comer. A partir de entonces la hija presidencial no rechazó más un plato de comida. Y esos malos modos son clonados por sus funcionarios. A la Quinta se puede entrar por un acceso sobre la Avenida del Libertador, donde conviven dos puntos de control: uno de la Policía Federal y otro, de la Bonaerense. Desde allí es obligatorio avisar al puesto de la Casa Militar -dentro del predio- el nombre de quién está ingresando. Un ministro de cultura solía molestarse cuando lo frenaban para identificarse. Una vez ordenó a su chofer frenar el auto y retroceder cuando escuchó que desde un handy el federal había dado aviso de su entrada. El funcionario, de traje negro, bajó el vidrio y le dijo: ?¿Qué avisás que estoy entrando, subversivo? Fueron 8 mil, no 30 mil, zurdito de mierda?. Todos esos gestos hicieron que, al llegar la nueva administración el 11 de diciembre de 2015, los rituales satánicos y las transformaciones reptilianas fueran toda una novedad. Como ese electricista que no le respondía a un flamante funcionario que le preguntaba sobre un problema de energía con el proyecto Blue Beam (proyecto hologramas tridimensionales para producir apariciones extraterrestres y divinas artificiales, con la intención de quebrantar la conciencia humana, y facilitar el camino hacia un Nuevo Orden Mundial tiránico: ?Es que no estoy acostumbrado a que me hablen del Nuevo Orden Mundial ?, se disculpó el trabajador, evidentemente acostumbrado a un clima de temor y verticalismo.