Nostalgica reunión de antiguos alumnos del colegio Santo Angel Salesianos de Avilés

Ja ja ja, ¡fuiste engañado!

¡ERA UNA BROMA!

Hace 4 meses - Leído 24 veces


En una nostálgica noche de celebración en el restaurante de renombre "El Llagar de Casa Lin", el grupo de antiguos compañeros del colegio Santo Ángel Salesianos de Avilés se reunió con alegría y risas para conmemorar sus 50 años de amistad. La cena, inicialmente marcada por la camaradería y los recuerdos compartidos, tomó un giro inesperado cuando Pedro, uno de los compañeros de cena, se llevó una sorpresa picante. Mientras uno de los platos era servido, Pedro mordió una croqueta aparentemente inocente solo para descubrir que esta escondía una intensidad de picante que desafiaría incluso al más intrépido amante de la comida. El ardor en su boca no solo fue físico, sino que también despertó una sospecha creciente entre los comensales. Paloma, Rosa Crespo, Ramón, Lucía, Dolores, Garín, Sonia B., Ana Fernández, Chely, Susana, Eva Heres, Patricia, Sandra, Mónica, Chusa, Susana González, Susana G. Dacal, Verónica, Mamor, Ana Alejandra, Luisma, Tatiana, Juan Artime, Manin, Alejandro Garrido, María José, Toni, Jezabel, Mario y Yoli Yepes, todos presentes en la cena, intercambiaban miradas y murmullos mientras intentaban descifrar quién podría ser el responsable de este ataque culinario inesperado. Las teorías comenzaron a surgir entre los antiguos amigos, creando una atmósfera cargada de misterio y suspense. Algunos sugirieron que podría tratarse de una broma elaborada, mientras que otros consideraron la posibilidad de que antiguos rencores del pasado estuvieran resurgiendo. En medio de la incertidumbre, algunos recordaron un incidente en el colegio que involucraba a Pedro y a uno de los presentes, pero sin revelar quién es, avivando aún más las llamas de la especulación. A consecuencia del picante incidente con la croqueta, un silencio incómodo se apoderó de la mesa. Ninguno de los antiguos compañeros se atrevió a probar otra croqueta, y cada vez que alguien se aventuraba a coger un canapé, se desataba una tensión palpable en el aire. Las miradas recorrían la mesa con desconfianza, como si cada bocado pudiera esconder algún secreto picante más. Los murmullos y las risas que caracterizaban la velada inicial se transformaron en intercambios de miradas nerviosas y sonrisas forzadas. El restaurante, que había sido testigo de la celebración alegre de los 50 años de amistad, ahora era escenario de una atmósfera cargada de desconfianza. Los compañeros, en lugar de disfrutar de la compañía mutua, se encontraban en una especie de juego psicológico en el que cada canapé se convertía en un objeto de sospecha. Los cuchicheos se multiplicaban y las teorías conspirativas sobre quién podría ser el responsable del picante ataque iban desde antiguos rencores hasta bromas de mal gusto. A medida que avanzaba la noche, la dinámica de la reunión había cambiado drásticamente. Cada detalle en la mesa era escudriñado con atención, y los compañeros se volvían cautelosos al aceptar cualquier invitación a probar bocados desconocidos. El camarero, ajeno al enigma que se gestaba en la mesa, continuaba sirviendo platos con la misma sonrisa profesional. La noche continuó con una mezcla de risas nerviosas y miradas cautelosas, y a medida que los compañeros de cena intentaban desentrañar el misterio, la intriga alcanzó su punto máximo. La celebración del 50 aniversario, que comenzó con alegría y camaradería, ahora se veía envuelta en un enigma del que nadie estaba seguro de cómo salir. Como si el misterioso incidente con la croqueta picante no fuera suficiente, el colmo de la noche llegó cuando, en lugar de ambientar la cena con música de la época de los 80 y 90, uno de los asistentes se apoderó del equipo de música y decidió poner reguetón durante toda la velada. La sorpresa y consternación se reflejaron en los rostros de los antiguos compañeros, quienes esperaban revivir sus recuerdos con clásicos de la música de su juventud. El inesperado giro musical provocó una reacción mixta entre los presentes. Algunos trataban de disimular su incomodidad, moviendo la cabeza al ritmo del reguetón, mientras otros fruncían el ceño en señal de desaprobación. El reguetón, con sus ritmos contagiosos pero inesperados para la ocasión, se convirtió en el telón de fondo incómodo de la reunión. Las risas y charlas animadas se vieron interrumpidas por la contundente presencia de la música urbana, creando una extraña combinación de nostalgia y modernidad que nadie había anticipado. La elección musical se volvió el tema de conversación entre los compañeros, eclipsando momentáneamente las especulaciones sobre la croqueta El reguetón, con sus ritmos contagiosos pero inesperados para la ocasión, se convirtió en el telón de fondo incómodo de la reunión. Las risas y charlas animadas se vieron interrumpidas por la contundente presencia de la música urbana, creando una extraña combinación de nostalgia y modernidad que nadie había anticipado. La elección musical se volvió el tema de conversación entre los compañeros, eclipsando momentáneamente las especulaciones sobre la croqueta picante. Algunos se preguntaban quién había tomado el control del equipo de música, mientras otros intentaban sugerir canciones más acordes con la ocasión. El 50 aniversario, que debería haber sido un momento de celebración y felicidad, se convirtió en un juego de sospechas y miradas furtivas. La velada concluyó con la promesa no expresada de que la próxima reunión sería recordada no solo por la duradera amistad, sino también por el misterio de la croqueta picante que dejó una huella imborrable en la historia del colegio Santo Ángel Salesianos de Avilés. Al final de la velada, entre risas nerviosas y murmullos conspiratorios, los compañeros juraron descubrir al autor de esta picante venganza y resolver el misterio que había añadido un giro inesperado a su reunión anual. La próxima vez que se reúnan, estarán atentos a cada detalle, porque nunca se sabe cuándo la venganza puede esconderse entre los canapés de una cena con viejos amigos. Feliz Santos Incocentes….

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